Pues se acabó la aventura brasileira... Y aunque han pasado ya 20 días desde que volví, pues sí quería contar la última parte del viaje. No sería justo omitirla sólo porque se me hizo un poquito más dura que el comienzo... Más dura sobre todo porque me pesaban ya tantas semanas sin la gente que quiero. Pero también la disfruté, y tuvo momento grandiosos, sí! jaja
Tras pasar por las playas paradisiácas de Morro de Sao Paulo, retomé el contacto con el MST (Movimento dos trabalhadores rurais Sem Terra). Fui a pasar unos días en el acampamento Bela Manhá, en el que me recibió de nuevo gente muy maja. Me quedé en la barraca -casa hecha de plástico, madera, etc. sin agua corriente y por lo general sin electricidad- de la familia de Laeonice. Compartí la habitación con sus hijos Rafael, Daniel y Joave, unos chicos súper atentos y generosos!!
Este acampamento está situado en una zona de Bahia en la que hay muchos monocultivos de eucalipto. Varias empresas norteamericanas plantan allí estos árboles para producir celulosa que luego exportan fuera de Brasil. El impacto ecológico y social es brutal.
La mata atlántica, el bosque natural de la zona, que acoge una biodiversidad enorme, desaparece, dejando paso a estos desiertos verdes. El eucalipto absorbe enormes cantidades de agua, desecando la tierra, y en modo de monocultivo requiere muchos agrotóxicos. Obviamente estas empresas, cuando esa tierra se agote y no produzca más, se irán de allí tal y como han venido. Pero lo que dejarán a las gentes de ese lugar será un suelo arenoso y envenenado.
Muchas personas que ahora están acampadas trabajaron durante años para esas empresas, en malas condiciones y con salarios bajos. Ahora esas familias que son parte del MST tienen una esperanza: la de ganar un pedazo de tierra en el que producir alimentos.
La vida en el acampamento es tranquila. Hay mucho trabajo, parte de él es el que aparece cuando la electricidad desaparece (qué lineas repletitas de ropa limpia colgada a secar!! Qué mujeres tan valientes y fuertes!!).
La vida en el acampamento es tranquila. Hay mucho trabajo, parte de él es el que aparece cuando la electricidad desaparece (qué lineas repletitas de ropa limpia colgada a secar!! Qué mujeres tan valientes y fuertes!!).
Las familias llevan allí dos años y tienen una producción bastante grande de mandioca y también de feijao (alubias). Y hay una farinheria en la que se produce farinha de mandioca, otra de las delicias de la gastronomía brasileira!
Por casualidad encontré en el acampamento a Val, un tipo muy majo que, casualidad, había vivido durante tres años en Zumaia! Una tarde nos fuimos montados en la yegua Catarina (la llevaba yo! ;>) a una pequeña laguna que hay allí cerca a tomar banho. El paseo de vuelta al acampamento es uno de esos momentos gloriosos de los que hablaba antes: sobre la bonita (y preñada) Catarina, disfrutando del horizonte al atardecer, tan verde el paisaje, con la mata atlántica al fondo; el cielo tan azul, el aire limpio y el sol aún calentando la piel... Mmm!! Pura vida!!
También me parecía pura vida ver a Daniel y Joave lavarse su ropa a mano, con sus 10 y 12 añitos, por iniciativa propia... y después de eso, echarse un balde de agua por encima allí mismo, al aire libre: la ducha de antes de ir a cenar! Muchas niñas y niños de los que he conocido aquí me han llamado la atención porque me parecían particularmente autónomos, libres y generosos y educados :D